03 abril 2015

La tristeza congénita del pensamiento


George Steiner
Diez (posibles) razones para la tristeza de pensamiento (2007)

seres pensantes
Podemos contener el aliento durante breves espacios de tiempo. No está claro en modo alguno que podamos estar sin pensamiento. Los hay que se han esforzado por alcanzar ese estado. Algunos místicos, algunos adeptos a la meditación se han propuesto como objetivo el vacío, un estado de conciencia enteramente receptivo en tanto que vacío. Han aspirado a habitar la nada.

recreación consuetidinaria del pasado
La doctrina escolástica según la cual la sola y única limitación a la omnipotencia divina es la incapacidad de Dios para cambiar el pasado es poco convincente. Podemos fácilmente pensar y expresar ese cambio. La memoria humana hace ese truco cada día

la debilidad del pensamiento
Escuchad atentamente el tumulto del pensamiento y oiréis, en su centro inviolado, duda y frustración.

pensar en línea recta
¿Es en realidad posible «pensar en línea recta»? ¿Se puede hacer que el pensamiento sea como el láser? Sólo al precio de una concentración adiestrada y disciplinada y absteniéndose de toda distracción. (…) también lo hace la suspensión del aliento del tirador que espera para matar.

animales mendaces: la máscara bajo la piel
La capacidad de mentir, de concebir y representar ficciones es inherente a nuestra humanidad. Las artes, la conducta social, el lenguaje mismo serían imposibles sin ella. Como en la astuta alegoría de Jonathan Swift, la completa veracidad, la completa transparencia del pensamiento pertenece al reino animal. Hombres y mujeres persisten en virtud de un disfraz recurrente. Pero la máscara se lleva debajo de la piel.

el lenguaje democratiza la intimidad
fijaos en esta paradoja. Este núcleo inaccesible de nuestra singularidad, las posesiones más íntimas, privadas e impenetrables, es también un lugar común mil millones de veces. (…) Las palabras, las frases que utilizamos para comunicar nuestro pensamiento, ya interior ya exteriormente, tienen una vigencia común. Hacen democrática la intimidad.

no hay ideas nuevas, sino cómos nuevos
la verdadera originalidad de pensamiento, el hecho de tener un pensamiento por primera vez (¿y cómo vamos a saberlo?) es extremadamente infrecuente. Como dijo Alexander Pope en su célebre observación, es la forma verbal y no el contenido la que produce la impresión de novedad. (…) Si los modos verbales son nuevos, ¿quién los va a entender? 

el lenguaje, enemigo de la verdad
en el pensamiento abstracto, en los métodos epistemológicos se deja oír un latente bajo continuo de nostalgia, un mito edénico de las certidumbres perdidas (lo oímos, con conmovedora integridad, en un pensador como Husserl). (…) El lenguaje, por decirlo así, es enemigo del ideal monocromo de la verdad. Está saturado de ambigüedad, de simultaneidades polifónicas. Se deleita en la especulación fantástica, en constructos de esperanza y futuridad de los que no hay ninguna prueba. Quizá sea ésta la razón por la que los grandes simios se han mostrado reacios a desarrollarlo. Los seres humanos no podrían resistir sin lo que Ibsen llamó «las mentiras de la vida».

seres contrafactuales
Un pensamiento limitado a proposiciones lógicas, óptimamente expresado de forma no verbal, o a realidades demostrables, sería locura. La creatividad humana, la vivificadora capacidad de negar los dictados de lo orgánico, de decir «no» incluso a la muerte, depende íntegramente de pensar y de imaginar contrafactualmente.

el despilfarro del pensamiento
consideremos la banal decepción que sufrimos cuando despertamos convencidos de haber tenido en sueños una gran idea, de haber soñado con una solución que se nos escapaba, de haber compuesto magnífica poesía o música, sólo para encontrarnos con que el recuerdo no nos sirve de nada y el cuaderno que tenemos a la cabecera de la cama está lleno de garabatos sin sentido. Frustración y desconcierto, los cuales no prueban que el pensamiento o lo imaginado borrado y perdido no fuera de insigne mérito e importancia. Lo que pasa es que está fuera de nuestro alcance, desvanecido, como lo están millones y millones de pensamientos que fluyen a través de nuestro ser en un despilfarro insondable.

distopía: control del pensamiento por horas
Esto hace pensar en el modelo de ciencia-ficción de una sociedad en la cual el pensamiento estuviera racionado. En la cual estuviese autorizado solamente determinadas horas y días, y donde estas raciones fuesen distribuidas con arreglo a la capacidad mental y al poder de concentración individuales. Un despilfarro de pensamiento sería considerado como vandalismo o algo peor. Los alimentos o el combustible puede ser racionados en tiempo de guerra. El dinero en efectivo puede ser puesto bajo un control estricto. ¿Por qué no regular el infinitamente valioso suministro de pensamiento, preservándolo del despilfarro y de la inflación? Es ciencia–ficción, claro. Sin embargo, los intentos en esa dirección ¿no son el núcleo de los sistemas totalitarios, de las ideologías despóticas, sean religiosas o políticas? El pensamiento anárquico, juguetón, despilfarrador es lo que más temen los regímenes totalitarios. (…) La utopía de la censura es leer no solamente el texto, sino los pensamientos que subyacen a él. De ahí el tropo orwelliano de una «policía del pensamiento».

el automatismo del ciempiés
La gran mayoría de los actos y gestos habituales se realizan «sin pensar». Se ejecutan instintivamente o a través de reflejos adquiridos. Como bien se ha dicho, para el milpiés sería un suicidio pararse a pensar en el siguiente paso. (…) El automatismo es pensamiento deteriorado.

el hiato entre el pensar y el actuar
Las interposiciones entre pensamiento y acto son tan múltiples, tan diversas como la vida misma. (…) Ningún pintor, por dotado que esté, puede trasladar plenamente al lienzo su visión interior de lo que cree ver ante sí. Hasta en la más estricta de sus formas, la música contiene sólo de manera parcial el conjunto de sentimientos, ideas y relaciones abstractas que es privativo del compositor. La distancia entre las presiones sobre la sensibilidad que se perciben entre lo imaginado y su manifestación lingüística es un doloroso tópico, un lugar común de derrota inacabable desde los comienzos no sólo de la literatura sino también de los más urgentes e íntimos intercambios humanos. «No puedo expresarlo con palabras», dice el enamorado, dice el apesadumbrado; pero también el poeta y el filósofo. Los indicios de unas barreras, de unos efectos de interferencia o «ruido blanco» son perturbadoramente físicos. Sentimiento, intuición, iluminación intelectual o psicológica se apiñan en el borde interior del lenguaje, pero no pueden «penetrar» para culminar la expresión

el ideal de perfección: lo no dicho, lo imposible de oír
El concepto de perfección es un sueño no realizado del pensamiento, una abstracción conceptual, como lo es el infinito. Es en la paradoja de que existan en nosotros estos dos ideales inalcanzables donde la teología clásica, tanto en Anselmo como en Descartes, sitúan su prueba de la existencia de Dios. (…) Wittgenstein habló en nombre de todas las conciencias creativas cuando manifestó que la parte del Tractatus realmente importante era la que no llegó a escribirse. (…) el mundo, tanto dentro como fuera de nosotros, murmura palabras que no somos capaces de distinguir. Se proclama que los «tonos no oídos» son los más dulces.

el vacío tras el deseo
Un revelador vacío, una tristeza de la saciedad sigue a todos los deseos satisfechos (…) el gris pegote de náusea que hay en el corazón del ser.

el mundo como ventana o como espejo
residimos en el mundo a través del pensamiento. Los sistemas filosófico-epistemológicos que tratan de explicar y analizar esta residencia se dividen en dos categorías perennes. La primera define nuestra conciencia y nuestro conocimiento del mundo como una percepción a través de la ventana. Este modelo, basado, un tanto ingenuamente, en una analogía con la visión ocular, subyace a todo paradigma de realismo, de empirismo sensorial. Autoriza una creencia, por compleja y atenuada que sea, en un mundo objetivo, en algo que está «ahí fuera» (…) La otra epistemología es la del espejo. Postula una totalidad de experiencia cuya única fuente verificable es el pensamiento mismo. Es nuestra mente, nuestra neurofisiología, lo que proyecta lo que consideramos como las formas y la sustancia de la «realidad». (…) Puede equivaler a una alucinación colectiva, a un sueño común. (…) Todo pensamiento sobre el mundo, toda observación y comprensión, sería reflexión, esquemas en un espejo.

la luz que nunca llega
No es que la luz procedente de remotas galaxias no llegue hasta nosotros; es que nunca llegará hasta nosotros, en una alegoría de nuestra soledad.

velar y revelar
El pensamiento vela tanto como revela, probablemente mucho más.

el amor o cómo comunicarse con el idiolecto del otro
De aquí las inciertas relaciones entre el pensamiento y el amor. De aquí la posibilidad de que el amor entre seres pensantes sea una gracia de cierto modo milagrosa. Todos los hombres y todas las mujeres, todos los adultos y todos los niños usan lo que los lingüistas llaman ‘idiolecto’, es decir, una selección personalizada del lenguaje disponible, con fichas, connotaciones y referencias privadas, singulares, tal vez intraducibles, que los receptores en el diálogo no pueden interpretar totalmente ni con certeza. Tratamos de traducirnos unos a otros. (…) Aun en momentos y actos de extremada intimidad —quizá más agudamente en esos momentos— el amante es incapaz de abrazar los pensamientos de la persona amada. “¿En qué estás pensando, en qué estoy pensando yo cuando hacemos el amor?” Esta exclusión hace plausiblemente trivial la tan cacareada fusión del orgasmo y su retórica de unísono. (…) El acto del amor es también el de un actor. La ambigüedad es inherente a la palabra. (…) El amor más intenso, quizá más débil que el odio, es una negociación, nunca concluyente, entre soledades.

el odio y la risa, momentos en que desaparece el velo del pensamiento
Si enumeramos todos los niveles de impulso cerebral e instintivo, puede que el odio sea el más vívido y lleno de gestos mentales (…). El otro tipo de experiencia mental en la cual se arranca el velo es el de la risa espontánea. En el instante en el que cogemos el chiste o vemos casualmente algo cómico, la mentalidad queda al desnudo. Por un momento, no hay "segundos pensamientos". Pero esta apertura al mundo y a los demás dura sólo un tiempo breve y posee la dinámica de lo involuntario. En este sentido, las sonrisas son casi la antítesis de la risa. A Shakespeare le preocupaba mucho la sonrisa de los villanos.

las esporas azarosas de los pensamientos
Como he observado, es posible que personas semianalfabetas, mentalmente débiles e incluso deficientes hayan tenido pensamientos influyentes, inventivos, que contribuyan a mejorar la vida. Esos pensamientos se han perdido porque no fueron expresados o porque no les prestaron atención ni siquiera quienes los tuvieron («mudos, oscuros Miltons» en un sentido que va mucho más allá de la literatura). Como diminutas esporas, los pensamientos son diseminados hacia dentro y hacia fuera un millón de veces. Sólo una mínima fracción sobrevive y da fruto. De aquí el inconmensurable despilfarro al que me he referido anteriormente.

la mayoría del pensamiento orilla la dualidad verdad-mentira
la devastadora frase del físico Wolfgang Pauli sobre los teoremas falsos: “Ni siquiera están equivocados”.

la verdad está en el exilio
La verdad, enseñaba el Baal Shem, está perpetuamente en el exilio. Tal vez haya de ser así. Cuando se torna demasiado visible, cuando no puede cobijarse bajo la especialización y la codificación hermética, la pasión intelectual y sus manifestaciones provocan odio y mofa (estos impulsos se entretejen con la historia del antisemitismo; los judíos han pensado muchas veces en voz demasiado alta).

el niño que grita en la oscuridad
Es posible que todo intento de “pensar la muerte” –una frase lamentablemente torpe en inglés-, pensar coherentemente en la muerte, sea una variante de este enigma de la nulidad. (…) El cero, nuestro ser convertido en un vacío, es algo, para la mayoría de nosotros, “impensable”, tanto en el sentido emocional como lógico de la palabra. De aquí surge la arquitectura múltiple del mito y de la metáfora (…). Como un niño asustado que silba o grita en la oscuridad, nos esforzamos por evitar el agujero negro de la nada.

nos acercamos a la estrellas; seguimos igual de lejos de Dios
Lo cierto sigue siendo, y de forma abrumadora, que el pensamiento (…) no está más cerca de comprender sus objetos primarios. No estamos una pulgada más cerca que Parménides o Platón de cualquier solución verificable del enigma de la naturaleza y de la finalidad de nuestra existencia, si es que la tiene, en este universo probablemente múltiple; no estamos más cerca de determinar si la muerte es o no el final, o si Dios está presente o ausente.

el ateísmo, “muy ocupado con Dios”
Es inmensamente difícil imaginar cómo serían nuestros mapas de la mente —y las totalidades en las que mora—, cómo sería nuestro alfabeto del reconocimiento si el problema de Dios llegase a perder su significado. No hay retórica de la «muerte de Dios», no hay erosión de la religión organizada que tenga lugar en los supermercados de Occidente que se aproxime a un eclipse de la posibilidad de Dios en el interior de nuestra conciencia. Hasta hoy, el ateísmo ha estado muy ocupado con Dios.

* Los títulos que encabezan los fragmentos son del autor del blog



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