09 octubre 2013

Por qué comemos caliente

Desmond Morris
El mono desnudo (1967)

Otra cuestión que merece ser considerada es el por qué ingerimos la comida caliente. Pueden darse tres explicaciones alternativas. Una de ellas es que con ello se consigue la «temperatura de la presa». Aunque hemos dejado de consumir carne recién muerta, la devoramos aproximadamente a la misma temperatura que las otras especies carnívoras. Estas comen caliente porque la carne no se ha enfriado aún; nosotros lo hacemos porque la calentamos de nuevo.

Otra interpretación es que tenemos los dientes tan débiles que nos vemos obligados a «ablandar» la carne mediante su cocción. Pero esto no explica por qué preferimos comerla cuando está aún caliente, ni por qué calentamos alimentos que no requieren el menos «ablandamiento».

La tercera explicación es que, al aumentar la temperatura de la comida, mejoramos su sabor. Y si añadimos una complicada serie de sabrosos elementos secundarios a los principales objetos comestibles, el resultado será mejor aún. Pero esto guarda relación, no con nuestra condición adoptada de carnívoros, sino con nuestro más remoto pasado de primates. Los alimentos de los primates típicos tienen sabores mucho más variados que los carnívoros.

Cuando un carnívoro ha terminado la complicada operación de perseguir la presa, matarla y preparar su comida, se comporta de una manera mucho más simple y tosca en la ingestión del alimento. Se limita a engullirlo, a tragárselo de golpe. En cambio, los monos son mucho más sensibles a las sutilezas del variado gusto de sus bocados. Disfrutan con ellos, y les gusta pasar de un sabor a otro. Tal vez, cuando calentamos y aderezamos nuestros platos, volvemos a los melindres primitivos de los primates. Quizá, gracias a esto, hemos evitado convertirnos totalmente en carnívoros sanguinarios.

Desmond Morris
El mono desnudo (1967)

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