26 octubre 2011

'Mientras duermes': maldad elegante, demasiado elegante

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6,5

Por culpa de ‘REC’, las escaleras de vecinos, preferentemente antiguas, siempre nos producirán un espontáneo escalofrío. Quién le iba a decir a Ildefons Cerdà, insigne diseñador del Eixample barcelonés, que aquella historia de infectados, contada en estremecedor tiempo real, convertiría un bloque acomodado de la Rambla Catalunya en escenario de uno de los cuentos de terror más rompedores e inolvidables de la historia del género.

Para bien o para mal, el coautor de la criatura, Jaume Balagueró (Lleida,1968), ha decidido volver por sus pasos y rodar su nueva diablura en el distrito barcelonés, esta vez de la mano del gigantesco Luis Tosar, en la piel de un portero tan obsesionado con su infelicidad como resabiado contra con la felicidad del resto del vecindario. Encarnación de la perversidad absoluta y arbitraria, este cancerbero taciturno, oyente insomne de los programas de autoayuda de la radio (pobre medio de comunicación, tan involucrado con psicóticos y sociópatas del celuloide), buscará una segunda vida, una pérfida realización, en el cultivo secreto del dolor ajeno, sobre todo de ciertas vecinas que adoran su falsa facha de conserje dócil y abnegado: entre ellas una pija risueña (Marta Etura) y una anciana relamida que tiene sentimientos maternales con sus perros (breve y antológico recital de la veterana Petra Martínez).

Poco más se puede contar sobre la doble vida del portero siniestro, ribeteada con los tétricos planos de las subidas y bajadas del ascensor. Una fábula contada con mimbres de elegante suspense, cierto. Y con una contención admirable, más cierto todavía (y ahí chirrían ciertos desmanes sangrientos). Pero se echan en falta sorpresas y emociones fuertes, más allá de sus interpretaciones sólidas y de unos cuantos giros previsibles del subgénero Durmiendo Con su Enemigo. Claro que viniendo de las fiestas anfetamínicas de ‘REC’, cualquier ceremonia clasicista nos iba a dejar irremediablemente fríos. Todas las comparaciones son odiosas con aquellos zombis cabreados.


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