31 julio 2009

Hazañas

estira!

¿Adiós a la Cool Britannia?













Los
felices 90 han tenido en el Reino Unido dos enseñas rutilantes: la Tercera Vía, producto de ingeniería política de Tony Blair, y el Brit Pop, producto nacional-musical que encumbró a los Blur y Oasis frente a la oscura generación grunge.

Hoy, el brillante premier lleva la letra escarlata de la guerra de Irak, y la economía social que pretendía afianzar se le desvanece en las manos a su martirizado delfín Gordon Brown. Aún más efímera, dicen los críticos musicales (ver abajo), ha sido la otrora espumosa moda del Brit Pop, cuyos representantes han perdido presuntamente el nervio creativo y navegan por mares estupefacientes.

Nobles propósitos de la Cool Britannia, que intentó redimir al mundo uniendo la calidad y la comercialidad, el liberalismo y la socialdemocracia, el americanismo y el europeísmo. Pero tras el 11-S y el Crash del 2008 parece que el mundo, por decirlo en pop hispánico, ya no está para ostias. Joan Pau Inarejos

PABLO GIL

El brit pop no se formó en base a unas convicciones, sino como una reacción. En concreto, contra el grunge. La idea de recuperar la grandeza y el ingenio del pop británico y la estética glamourosa del Swinging London provino de un pequeño círculo londinense en el que estaban Damon Albarn (Blur), Justine Frischmann (Elastica) y Brett Anderson (Suede), ex novio de ésta; a su misión se apuntaron rápidamente Jarvis Cocker (Pulp) y los hermanos Gallagher (Oasis), en declaraciones y fotos con la bandera británica, que hasta entonces había tenido una marcada connotación rancia.

Todos eran músicos indies que ansiaban la trascedencia de los grupos de EEUU. Y ocurrió que, en unos pocos meses de 1994, Kurt Cobain se suicidó y triunfaron Definitley Maybe (Oasis), Parklife (Blur), Dog Man Star (Suede) y His'n' Hers (Pulp).

El brit pop se convertía en el sonido de la nueva Inglaterra (y en moda internacional), impulsando a su vez el fenómeno social de la nacionalista noción de una Cool Britannia. Pero como una supernova, la estrella del brit pop brilló intensamente y desapareció de inmediato. En 1998, muchos de los músicos de aquella generación eran cocainómanos, heroinómanos o alcohólicos, hacían música aburrida y se preguntaban, desencantados, por qué su país prefería a Spice Girls y cómo Tony Blair, su presidente, les decepcionaba tanto.


PABLO GIL, ARTÍCULO EN EL SUPLEMENTO "LA LUNA DE METRÓPOLI" DE 'EL MUNDO', 31/7/2009 / fotos: izquierda, Liam Gallagher (Oasis); derecha, Tony Blair.

30 julio 2009

'Up': milagro menor

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 7

Lo confieso: soy un creyente de Pixar. He asistido con tanto fervor a los prodigios resplandecientes de Toy Story, Los Increíbles o Wall-E que, como los oros y los inciensos procesionales, han acabado por obnubilarme la vista, y, años después, todavía sigo en estado de excitación acrítica.

Por eso, a cuatro horas de salir del cine, no cejo en el intento de dorarme la píldora a mi mismo: Up está muy bien, Up es muy original, Up vuelve a rizar el rizo de las historias imposibles, del ritmo burbujeante y de los buenos sentimientos filmados con elegancia.

Cierto. Pero si los genios de Pixar abrieron el mar con Woody y Buzz Lightyear y después multiplicaron los panes y los peces en la Tierra inhóspita del robot de limpieza, aquí cabe apostatar y admitir con el corazón enjuto -¡perdónanos San John Lasseter!- que Up no es el nuevo milagro que todos los fieles estábamos esperando.

Lo mejor. Esta película de nombre minimalista tiene a su favor una premisa argumental de rutilante originalidad: un viudo jubilado que decide dar cumplimiento a su epopeya soñada y fabrica un ingenio de globos para que su casa vuele lejos de la inopia y la especulación inmobiliaria. Allí deberá convivir con otro héroe débil, un chiquillo de rasgos asiáticos, familia desestructurada y estridente pasión descubridora.

Bravo por la vetusta Disney, que por primera vez, tímidamente, patrocina un despegue hacia los tormentosos temas de la muerte natural, el abandono, las familias rotas y alguien diría que hasta la velada parodia de la transexualidad, con ese pajarraco multicolor Kevin que luego resulta ser hembra... Es broma (o no).

Osadía semántica como siempre desplegada en escenarios formidables: esta vez cielos abiertos, artefactos voladores llenos de ternura, y una vibrante comedia de aventuras a pleno aire, donde dos ancianos con reuma escenifican en un zeppelin la eterna lucha entre el bien y el mal.

Completan el cuadro verdaderas perlas humorísticas, como ese ejército de perros que hablan -y razonan- gracias a unos collares inteligentes, aunque pierden todo el glamour tecnológico cuando se les lanza una pelotita o se les mencionan las ardillas. (Hay que hacer un museo de los secundarios de Pixar, presidido por el Sr. Patata).

Lo peor. Por qué será que con tantos vientos a su favor Up termine fría y correcta, sin habernos dado un vuelco al corazón. Será porque los muñecos humanos siguen sin convencer en el cine de animación como lo hacen los expresivos juguetes, robots, peces o bichos. Será porque esta vez el azúcar se les ha ido de la mano, y así acaba aborreciéndose la dulzura. Será...


28 julio 2009

'The host' (2006): monstruos en la era neocon


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS 
Nota: 6

A veces la industria del monstruo fabrica bichos verdaderamente perturbadores. Es el caso del engendro que aquí nos ocupa, un tremendo anfibio fluvial con patas, híbrido de pez, Alien, camaleón, dinosaurio y megarrana jorobada que quita el aliento cuando lo ves corriendo por la orilla del río Han, en Seúl.

Haciendo honor a su vieja etimología, este ser repugnante se muestra (monstrum) sin más definición que su propia deformidad, recolgando del puente, surcando las aguas o corriendo antropomórficamente, como si cobraran vida los peces con patas o sirenas invertidas de Magritte y Dalí (contrafigura de Venus, el monstruo también surge de las aguas tras un vertido seminal). La propia presencia y carisma de la alimaña basta para convertir 'The host' (Corea del Sur, 2006) en una película magnética para el espectador.

A ello hay que añadirle un ramillete de damnificados nada prototípico. Los protagonistas son aquí los miembros de una familia chusca y casi cómica: un abuelete amigo de las corruptelas, un padre pasota que da de beber cerveza a su hija y una medallista de tiro con arco que intenta ganarse el oro disparando contra la bestia. Antihéroes frikis que con sus riñas y reproches llegan a montar un jaleo digno de Los Morancos en ¡el velatorio de la niña desaparecida!... Casi diríamos que frente al monstruo apocalíptico, la galería de personajes humanos desvía la función hacia la pura parodia del género de terror.

Pero más allá de la pericia visual y lo atípico de los personajes, lo cierto es que 'The host' esboza una interesante tesis: el monstruo no es una máquina asesina, sino una especie de ogro enamorado -que retiene a su rehén sin matarla, enrollándola con su cola en la fantástica escena de la alcantarilla-, y el verdadero villano es el Estado -blanco y americano, para más señas-, que alumbra la bestia con sus vertidos químicos, masacra a la población con sus arsenalesantiterroristas e incluso lanza el bulo de un falso virus mortal para amedrentar a las masas.

Podría haber sido un auténtico dardo asiático al oscurantismo de la era Bush, a la suspensión de los derechos humanos en pro de la lucha contra los ejes del mal. Entornando los ojos, el gigantesco anfibio fluvial podría no ser más que la gran metáfora de los falsos miedos inducidos por la sociedad hipersecuritaria -atentados, epidemias, polución, cambio climático-, como en su día los alienígenas fueron la metáfora perfecta del enemigo soviético.

Podría ser todo esto, pero constatamos que entre el gozoso terror y la denuncia política, 'The Host', irregular y deshilvanada, se queda más bien entre Pinto y Valdemoro. Esperemos que futuros monstruos lo tengan más claro.


27 julio 2009

'Despedidas': sin colorantes ni conservantes

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 8,5

Lo mejor. ¿Puede la muerte ser tierna? ¿Es posible aguantar el plano de un cadáver sin caer en fangales morbosos o melodramáticos? ¿Se puede hacer cachondeo de los fiambres -porque son transexuales o están descompuestos- y a la vez llorar con las despedidas? Para el reprimido e impetuoso Hollywood hubiera sido difícil -no imposible, porque esto huele a futuro remake- hacer estos equilibrios dignos de sudoku, pero el japonés Yôjirô Takita lo ha logrado y nosotros lo celebramos.

'Despedidas' arranca con un argumento brillante: el joven Daigo se ve obligado a dejar la orquesta donde tocaba el chelo, y encuentra trabajo nada menos que amortajando y maquillando cadáveres.

Lo que en otras manos sería material perfecto para una comedia grotesca o necrofílica (al principio Daigo así lo imagina), contra todo pronóstico deviene un elegante y bellísimo relato sobre el autoconocimiento. Sin tabúes, sin aspavientos, el músico se inicia en el ritual nipón del embalsamamiento, ante la atenta mirada de su jefe Shouei, gato viejo con una descaharrante retranca, que observa socarronamente las cuitas de su aprendiz, nervioso y sentimental.

Todo ello bañado en una banda sonora sencillamente preciosa -que nos llega al tuétano incluso a los que somos profanos y más bien indiferentes a las melodías instrumentales-, y en unos paisajes de lirismo conmovedor, con ese violonchelista encaramado a un verde collado, las nieves cristalinas o las aves blancas surcando el cielo.

Con mano de santo, sin que se noten las costuras, Takita hace que cada despedida sea personal y entrañable, y nos regala formidables individualidades, como Shokichi, ese portero de los baños públicos y a la vez portero de los muertos en el crematorio, presunto bufón que se revela como un turbado filósofo del más allá. Gracias por todo, nos volveremos a ver.

Lo ¿peor?. Tras la belleza y ternura de la puesta en escena, no busquéis ningún tema de fondo original: Despedidas reescribe con amabilidad la eterna historia de la ruptura con el padre y el reencuentro con los orígenes, y nunca alza el vuelo hacia los pagos de la provocación o la incorrección política. Más bien se diría que no es apta para los conspicuos amantes del pesimismo narrativo, porque se atreve honestamente, sin colorantes ni conservantes, a creer en la esperanza.


OTRAS OPINIONES

Miguel A. Delgado en labutaca.es: "Una película bonita para bien y para mal".


25 julio 2009

Un paraíso cercano, barato, joven, salvaje y publicitario

SERGI PÀMIES

El precioso y eficaz anuncio de cerveza Damm reinterpreta la arcadia hippy balear y setentera y la adapta a una verosimilitud bucólica que actúa como anzuelo turístico. Anteriormente, nuestros gurús de la publicidad ya habían exprimido, por tierra, mar y aire, el Mediterráneo y sus referencias.

En los tiempos de Verano azul, cualquier anuncio de atún en lata, detergente en polvo o zumo vitamínico recurría a pueblos blancos con niños abducidos por un sospechoso marinero de secano. En los tiempos del Sónar, en cambio, con una Barcelona que presume de su autocomplaciente papel de capital de lo cool para un segmento determinado de la juventud (una ciudad donde la disidencia se subvenciona con furor recaudatorio contra el resto de sus habitantes, reducidos a la condición de robóticos contribuyentes), la Damm propone una seductora alternativa de segunda residencia, insular, salvaje, con tríos erótico-sexuales de chicas guapísimas (monzonianas "noies del mehari"), siestas gloriosas, sonrisas de pendiente y tatuaje, chanclas calculadamente sucias y ese punto de buen rollo y sonrisas permanentes que uno no sabe si atribuir a los efectos de ciertas sustancias o a un pa-lo-que-me-queda-en-el-convento previo a un apocalíptico rebrote de la crisis o de la gripe A.

En lugar de resucitar la profanada sombra de Chanquete, nuestros publicistas evolucionan. Con astucia y talento, reinterpretan escenas de Lucía y el sexo, abundan en el colegueo playero con grupo acústico y cantante andrógino que oficia ceremonias de libertad, hoguera, peta y birra y, en una lectura más profunda, equiparan el fugaz e indestructible esplendor de la juventud con la perdurable y destructible belleza del paisaje de Formentera.

Luego, como suele ocurrir con el turismo y su propaganda, la realidad desmiente la publicidad. Resulta que no se pueden conducir motos sin llevar casco, ni dormir a la intemperie y que el universo guai también tiene su lado oscuro: espeluznantes escenas de aglomeración, traumáticas vomitonas y desalentadoras precariedades hoteleras o de infraestructuras.

En cuanto al lema del anuncio, es, como buen aforismo cervecero, una media verdad. "Lo bueno nunca acaba si hay algo que te lo recuerda", dice en su brillante y circular desenlace.

Pero, viendo la cara (y el estómago) que ponen muchos turistas al regresar de sus viajes (teóricamente bucólicos) también se podría añadir: "Lo malo tampoco".

SERGI PÀMIES, artículo en ‘La Vanguardia’, 25/07/2009



18 julio 2009

La agilidad

JOSÉ ANTONIO MARINA

"El baile es la experiencia de convertir el esfuerzo en gracia: me pareció que la filosofía era un modo de bailar"

Leo la Suma Teológica de Tomás de Aquino, un libro que atesora gran parte de la sabiduría medieval, y tropiezo con una idea fascinante. Aquino cree en la resurrección de los cuerpos, y se pregunta cómo serán esos cuerpos resucitados, esos cuerpos "gloriosos". El buen dominicio no se arredraba ante la dificultad. Responde con gran convicción que una de sus características será la agilidad. La define como al sumisión completa del cuerpo a la idea.

Como la capacidad de moverse de acuerdo con el espíritu. No sé si les he contado que yo estudié filosofía porque en mi adolescencia lo que verdaderamente me emocionaba era la danza. Quería dedicarme a algo que tuviera que ver con el baile. Como en España esa época no había escuela de danza, ni siquiera una compañía de ballet estable, pensé que mientras se aclaraba mi porvenir, estaría bien adquirir una cultura artística, y para ello comencé a estudiar Filosofía y Letras.

Entonces descubrí que lo que me emocionaba del baile era algo que trascendía el baile. Era la experiencia de convertir el esfuerzo en gracia. Aún sigo trastornado por esa experiencia. El bailarín trabaja, ensaya, suda en la barra para conseguir la agilidad y que no se note el esfuerzo. Para que su cuerpo sea dócil bajo el poder la música.

"Oh, cuerpo curvado por la música, / oh mirada iluminada! / ¿Cómo podríamos distinguir / el danzante de la danza?".

Así canta Yeats. Así quería ser yo (...). Entrenarse es duro, pero jugar con soltura es magnífico. Me pareció que la filosofía era un modo de bailar. Nietzsche dijo que era bailar por encima de uno mismo. Cuando experimentamos la torpeza, la limitación, la pesadez, la agilidad parece como la gran utopía. Los griegos consideraban que la gracia era el dinamismo de la belleza, la belleza que nos contagia su dinamismo y que experimentamos por ello como eu-foria: somos bien-llevados por ella. En ese instante de arrebato, escribía Ortega, "la onerosa vida pierde peso, se torna ligera, ágil, rapida, en suma alacer". Alacer es la palabra latina de donde viene la nuestra alegría. Por otra parte, alacer corresponde al vocablo griego elaphos, que designa los mismos valores, lo sin peso, ligero, y rápido. De aquí que elaphos signifique el ciervo.

De todas estas cosas hablé hace unos días en Bilbao a entrenadores y profesores de educación física. Quería que comprendieran que su tarea es profunda y hermosa, como la agilidad. Isaías convertía al justo en un atleta al decir de él: "Correrán sin cansarse".

El inagotable Tomás de Aquino señala otra cualidad del cuerpo glorioso: la claridad. La pintura tradicionalmente la representaba como un halo luminoso en torno a la cabeza de los santos. Es la irradiación de la verdad, de la bondad, de la belleza. En un bosque enmarañado nos encanta descubrir un claro. Y es una experiencia inolvidable.


JOSÉ ANTONIO MARINA, ARTÍCULO "LA AGILIDAD" EN EL SUPLEMENTO "ES" DE 'LA VANGUARDIA', 18/7/2009

Arte copy-paste

AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO

"La obra de arte es ahora intercambio de información o no es"

(...) el handicap, hoy, de las artes "matéricas" como la pintura o la escultura, es que no pueden "palparse" en la Red, lo que las invalida como objetoflujo (premisa casi inevitable para que algo se considere contemporáneo). Es verdad que, por otra parte, como ya casi único exponentes de aquellos tiempos en los que la materia aún importaba, ess obras "matéricas" parecen tener aún más "aura", esa metafísica propiedad que hacía del objeto una obra irrepetible, pero ocurre que con la amplificación global del fenómeno de la copia, el "aura", ya casi ha dejado de tener valor para los contemporáneos consumidores de arte.

Parece como si todo objeto de arte contemporáneo tuviera que someterse a tres premisas: 1) que se pueda comprimir en un archivo informático, 2) que ese archivo esté preparado para fluir por la red, y 3) que sea susceptible de ser copiado. Así la fotografía, así el videoarte, así las perfomances filmadas, que cada vez cobran tanto valor como in vivo, así el arte conceptual, en el que la materialidad, no es más que un soporte subordinado al concepto; por no hablar del cine, la música y la literatura, en los que el "original" carece de valor por no existir.

La obra de arte es ahora intercambio de información, o no es. Y la información, de momento, fluye en voluptuoso caudal en la Red. No son malos tiempos para las artes, que explosionan cada día arrojando miles de fragmentos seminales, sino que son malos tiempos para la sacralización de los objetos artísticos. Se construyen museos más y más preciosos, para un concepto en estado de ruina.


AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO, ARTÍCULO "MUSEO" EN EL SUPLEMENTO CULTURA/S DE 'LA VANGUARDIA', 15/7/2009

13 julio 2009

'Tres dies amb la família': Erasmus interruptus

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 8

Lo mejor. Tres días es lo que dura este silencioso y magistral descendimiento a la telaraña de miserias y desamores que anida en los bajos de una familia acomodada cualquiera. Como un tríptico irónico, la banal sucuencia del sepelio del abuelo (tanatorio-funeral-entierro) sólo sirve de telón de fondo, de pretexto narrativo, para la verdadera tragedia: el desafecto profundo entre parientes que apenas trascienden sus burbujas psicológicas y emocionales.

Con un realismo rotundo, con una prodigiosa sensibilidad -escamosa y llena de matices-, con un montaje sereno y desenvuelto donde no sobra ni falta nada, la jovencísima Mar Coll (¡28 años!) nos susurra sobre muchísimas cosas en muy poco tiempo (¡86 min!), y lo hace con un elenco de actores en estado de gracia.

Nausicaa Bonnín regala su fría mirada azul al personaje de Léa, joven que se ve atrapada entre su Erasmus interruptus en Francia -sueños truncados de lejana emancipación- y el regreso a una familia descompuesta a la que sólo puede mirar con desprecio.

La vemos humillada y desasida frente a los juegos inmaduros de sus padres separados, unos impresionantes Eduard Fernández y Philippine Leroy-Beaulieu. La vemos rota de desencanto ante las peroratas del patriarca Pere (Ramon Fontserè) sobre la familia unida. Y la vemos huyendo de la asfixia familiar, en una fantástica escena, a la secreta alcoba de los abuelos, oscuro cuarto con vistas al mar donde las primas comparten su amarga tristeza infantil.

Como un Lost in translation mediterráneo, esta película trilingüe -catalán, castellano y francés- habla de soledad intraducible y de desamparo profundo desde los ojos de una joven urbanita desarraigada. Y habla de vanas rebeldías: ved esa madre locuela y hedonista (Philippine Leroy-Beaulieu), que da una sonora patada al endreçat sanedrín familiar, mientras todo sigue imperturbable: la escudella must go on.

Sin resolución, sin catarsis, sin golpes de efecto, Tres dies amb la família se cierra simplemente con el embadurnado del cemento sobre la lápida. Porque ya ha dicho todo lo que tenía que decir.

Lo peor. Eso sí, nos hubiera gustado oírlo todo con más precisión: a veces, con la cosa del realismo sucio, a los montadores se les va la mano y acabamos escuchando apenas una sucesión de susurros y balbuceos.

Postdata. Viendo las entrevistas a Mar Coll, encima resulta que ni es pedante, ni ególatra, ni pretende arreglar el mundo. ¡Yuhu!