26 mayo 2005

¿El inconsciente? Ja, ja


El inconsciente freudiano, hipóstasis mística, poblado de toda una mitología de potencias ocultas en conflicto las unas con las otras, y por lo que nosotros experimentaremos las querellas como inevitables inclemencias, ¡no existe! El Ello, el Yo, el Superyo, Eros, Tanatos, etc, no tienen ni más ni menos existencia que Azatoz, Belzebú, Leviatán y los demás. Las figuras de la demonología, como las más abstractas del panteón psicoanalista, no tienen más existencia que la cultural. La cultura ha encontrado, gracias a Freud, una nueva línea de estabilización.


J.M. Oughourlian, Un mime nommée désir, 1992

24 mayo 2005

Drogas de primavera

Joan Pau Inarejos, mayo 2005

Vemos a Benedicto XVI cantando como un gorrión, con la Marylin al acrílico de Andy Warhol serpenteando por su mitra como una Eva reptil de Channel número 5. Vemos a su lado un espíritu diabólico: esbelto, femenino, sifilítico, ojos morados. Vemos su figura huesuda atravesando corales de LSD, y su mandorla de opio con los animales fríos y vanidosos que la acompañan. Que la adulan. Vemos cómo se acerca, vemos cómo la escena se transforma en un cuadro de Blake, con destellos de Botticelli y de todos los pintores fríos y libidinosos, andróginos y místicos, como Klimt.

El espectro se acerca a nosotros y nos rodea con su mandorla vaginal, con su paleta de colores placenta y sus semillas de sandía. Los gatos persas y los serafines lilas se arremolinan entre sus talones. La viviente se abre de poros y llama a la luna para que los ilumine con su luz de virgen muerta, de serpiente cascabelosa, con el color ancestroso y anfibio que rezuman las espaldas escamosas de los dioses y que hace tan plateadas las madrugadas aquí en el mar.

Antes de irnos vemos de reojo una chica febril que reza a la Venus de Botticelli para que la salve del hastío. Y la bendiga, con su polvo diamantino, como si fuera una madre mejillonosa, sin parto, la virgen consagrada a los mosaicos y a los laberintos uterinos, intocables y dolientes, que chirrían sin cesar en este fisgoneo primaveral de teselas rotas.


20 mayo 2005

La mujer de la tierra


Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo diciendo: "Ven acá, y te mostraré la condenación de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas. Con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los que habitan en la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación."

Me llevó en el Espíritu al desierto. Y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada con oro y piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de las impurezas de su inmoralidad. En su frente estaba escrito un nombre, un misterio: "Babilonia la grande, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra." Vi a la mujer embriagada con la sangre de los santos, y con la sangre de los mártires de Jesús.

Ap 17, 1-6

La mujer del cielo


Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol y con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, gritaba con dolores de parto y sufría angustia por dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas tenía siete diademas. Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.

El dragón se puso de pie delante de la mujer que estaba por dar a luz, a fin de devorar a su hijo en cuanto le hubiera dado a luz. Ella dio a luz un hijo varón que ha de guiar todas las naciones con cetro de hierro. Y su hijo fue arrebatado ante Dios y su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar que Dios había preparado, para ser alimentada allí durante mil doscientos sesenta días.

Estalló entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles pelearon, pero no prevalecieron, ni fue hallado más el lugar de ellos en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el seductor del mundo entero.


Ap 12, 1-9

Las langostas


Vi que una estrella había caído del cielo a la tierra, y le fue dada la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como el humo de un gran horno; y fue oscurecido el sol y también el aire por el humo del pozo. Y del humo salieron langostas sobre la tierra, y les fue dado poder como tienen poder los escorpiones de la tierra. Y se les dijo que no hiciesen daño a la hierba de la tierra ni a ninguna cosa verde, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tienen el sello de Dios en sus frentes.

Se les mandó que no los matasen, sino que fuesen atormentados por cinco meses. Su tormento era como el tormento del escorpión cuando pica al hombre. En aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero de ninguna manera la hallarán. Anhelarán morir, y la muerte huirá de ellos.

El aspecto de las langostas era semejante a caballos equipados para la guerra. Sobre sus cabezas tenían como coronas, semejantes al oro, y sus caras eran como caras de hombres. Tenían cabello como cabello de mujeres, y sus dientes eran como dientes de leones. Tenían corazas como corazas de hierro. El estruendo de sus alas era como el ruido de carros que con muchos caballos corren a la batalla.


Ap 9, 1-9


17 mayo 2005

Entrevista amb Goethe


"Tanca els ulls", m'havia dit. Em vaig adormir de seguida, obient l'ordre maternal, amb un son àvid i profitós, i vaig somiar. Seia i esperava en una saleta passada de moda. D'antuvi només sabia que m'havien anunciat a una Excel·lència, després vaig saber que era el senyor Goethe, qui m'havia de rebre. Malauradament no hi era pel meu compte sinó com a corresponsal d'un diari, la qual cosa em molestava molt i no podia entendre quin dimoni m'havia embolicat en aquella situació.

A més, m'amoïnava un escorpí que acabava de veure que se m'enfilava cames amunt. M'havia defensat d'aquella bestiola negra i petita espolsant-la, però ara no sabia on havia anat a parar i no m'atrevia a tocar res.

L'escorpí, bo i essent perillós, potser amagat aquí mateix al meu costat, no tenia, en el fons, tanta importància. Em semblava que podia tenir fins i tot un sentit amistós, em semblava molt possible que tingués alguna relació amb la Molly, com si fos una mena d'emissari seu o bé la seva mascota, la mascota bonica i perillosa de la feminitat i del pecat. En aquell moment un criat obrí la porta de cop, jo em vaig aixecar i vaig entrar.

El vell Goethe era allà, petit i tot encarcarat. Semblava que encara regnava, que encara otorgava audiències, que encara controlava el món des del seu museu de Weimar. Només veure'm em saludà, atansant el cap com un vell corb i em digué cerimoniosament: "Vosaltres la gent jove no hi esteu pas gaire d'acord, oi, amb nosaltres i els nostres afanys?". "És cert", vaig contestar, glaçat per la seva mirada ministerial.

"Vós, senyor de Goethe, com tots els grans esperits, coneguéreu i sentíreu prou bé la precarietat i la desesperació de la vida humana: la magnificència de l'instant i el seu miserable traspàs, la impossibilitat de pagar la grandesa del sentiment si no és amb l'empresonament de la quotidianitat, el fervorós enyor d'un regne espiritual. Tot l'esglai d'anar flotant pel buit i la inseguretat, aquesta condemna a la fugacitat, aquesta manca de validesa plena, sempre a tall d'assaig, diletant. Ras i curt, tota la manca de perspectiva, l'extravagància i l'ardent desesperació de la humanitat.

Doncs bé, tot això ho coneguéreu i, malgrat tot, amb la pròpia vida, predicàreu tot el contrari, manifestant fe i optimisme, volent fer creure, a vós mateix i als altres, que els nostres afanys espirituals eren permanents i significatius. Aquesta és la manca de sinceritat de la qual us fem retret".

Llavors s'apropà i em xiuxiuejà: "Jove, te'l prens massa seriosament, el vell Goethe. Els vells que ja són morts no se'ls ha de prendre tan seriosament, és fer-los una injustícia. A nosaltres els immortals no ens agrada la serietat, ens agraden les bromes".

Evidentment ja no es podia parlar seriosament amb aquell home, que ballava àgil i content, amunt i avall, Mentre s'anava lluint amb passos i figures de ball, vaig haver de confessar que Goethe, si més no, havia après a ballar. No com jo.


Herman Hesse, El llop estepari, 96


07 mayo 2005

Nazismo musical


La música es el arte 'puro' por antonomasia. Situándose más allá de las palabras, la música no dice nada y no tiene 'nada que decir'. Representa la forma más radical, la más absoluta, de la negación del mundo, y especialmente del mundo social, que efectúa toda forma de arte.

Las experiencias musicales están enraizadas en la experiencia corporal más primitiva. Sin duda no hay gustos -a excepción, quizá, de los gustos alimenticios- que estén tan profundamente soldados al cuerpo como los gustos musicales. La más 'mística', la más 'espiritual' de las artes quizá sea simplemente la más corporal. Esto es lo que hace tan difícil hablar de música de otra manera que no sea mediante adjetivos y exclamaciones. Cassirer decía que las palabras claves de la experiencia religiosa, maná, wakanda, orenda, son exclamaciones, es decir, experiencias de arrebato.

Y ello es lo que provoca que, como decía Le Rochefoucauld, 'nuestro amor propio sufra con mayor impaciencia la condena de nuestros gustos que la de nuestras opiniones'.

De hecho nuestros gustos nos expresan o nos traicionan más que nuestros juicios políticos, por ejemplo. Y sin duda no hay nada más duro de sufrir que los 'malos' gustos de los demás. La intolerancia estética presenta violencias terribles. Los gustos son inseparables de los dis-gustos. La aversión por los estilos de vida diferentes es, sin duda, una de las barreras entre clases más fuertes.

Lo que les resulta intolerable a los que tienen un gusto determinado, es decir, una determinada posición adquirida para 'diferenciar y apreciar', como dice Kant, es por encima de todo la mezcla de géneros, la confusión de los dominios. Quien mezcla lo que no debe mezclar comete verdaderos barbarismos rituales, transgresiones sacrílegas, mezclando lo que debe permanecer separado, lo sagrado y lo profano.


Pierre Bourdieu, Cuestiones de sociología, 156